Bizancio, pequeña ciudad griega que había sido cabeza de una provincia romana, asciende de repente (año 330), por decisión de Constantino el Grande, al rango de capital imperial con el nombre de Constantinopla. Medio siglo después, el emperador Teodosio divide su reino entre sus dos hijos, y crea dos Estados Independientes: el Imperio de Occidente, con Roma como capital, y el Imperio de Oriente, con centro en Bizancio. La caída del Imperio de Occidente (año 476) echa sobre Bizancio la herencia espiritual de Roma y acrecienta su importancia como poder político y artístico, que le llegará a su cúspide con el glorioso Justiniano. Pero la situación geográfica de Bizancio, en las puertas de Asia; su alejamiento de las fuentes latinas y el contacto estrecho y continuo con los reinos de oriente, influyen sobre ella en forma que si, por una parte, mantiene su título de hija y continuadora de la cultura clásica, por otra, Bizancio ofrece los rasgos de una monarquía exótica, teocrática y despótica; fastuosa y bárbara, cuyas costumbres, gustos y estructuras pertenecen más al mundo asiático que al grecolatino, lo cual se refleja en su arte.
ARQUITECTURA: Está inspirada en las arquitecturas de los países con que Bizancio estuvo más en contacto o que formaban parte de su misma tradición histórica y cultural. Por eso en sus construcciones encontraremos elementos tomados de los romanos, de los griegos, de Siria o de Persia, combinados con otros de su propia invención. Entre los más importantes tenemos:la cúpula, las trompas y pechinas, la bóveda, el arco, los contrafuertes, las columnas y las torres. La construcción más importante de la arquitectura bizantina es la Iglesia.
PINTURA: Presenta dos modalidades muy interesantes: la mural, destinada a la decoración del interior del templo; y la de caballete, que produce pequeñas piezas sobre tablas de madera, llamadas Iconos, es decir, imágenes. La primera se pintaba al óleo o al temple, y eran grandes composiciones de tema religioso, con un carácter simbólico que agradaba mucho a la mentalidad abstracta del oriental. En los grandes espacios formados por bóvedas y cúpulas se representaban escenas alegóricas en las que entraban la Virgen o el Cristo: la Resurrección, el Juicio Final, la Gloria, etc.
LOS MOSAICOS: No es posible hablar del arte mural bizantino sin referirnos a una de sus más hermosas creaciones: el mosaico. Consistía en la composición de grandes escenas, generalmente religiosas, pero no pintadas sino hechas con pequeñas piezas de cerámica o de mármol de colores (llamadas teselas), que se iban pegando a una base debidamente preparada, sobre la que se había hecho el dibujo previo de las figuras que se querían representar. La gran diversidad de colores y matices de estas teselas permitía dar a las figuras todos los efectos de la pintura, en lo que se refiere a tonalidades, sombras, formas, etc.
ESCULTURA: En los primeros tiempos, la escultura bizantina es una prolongación del arte helenístico que produce retratos de gran vigor. Pero después de la revolución de los iconoclastas, que acabaron con todas las imágenes religiosas de bulto y prohibieron el culto de las mismas, la escultura perdió importancia y quedó reducida a las artes menores del marfil, el esmalte, el bronce y el oro, materiales en los que se trabaja el bajo relieve con gran maestría.
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